Carta del P. Provincial julio
1918
Nos, Fray Manuel Jesús Flores,
provincial de los mercedarios de Chile a todos nuestros religiosos salud en el
Señor:
Al dirigirnos a vosotros en esta
ocasión RR. PP. Y amados hermanos, nuestra primera palabra debe ser para
convidares a fin de que todos unido en un solo corazón y en una sola alma,
elevemos un fervoroso himno de acción de gracias al Dios del cual procede todo
bien por la incomparable merced que se ha dignado prodigar a nuestra querida Orden
de poder ver brillar sobre su frente, iluminada ya por espléndidas auroras de
siete siglos, la nueva luz de este siglo que para ella comienza y el cual desde
lo íntimo de nuestra alma deseamos que sea portador de felices augurios de adelanto
y bienestar.
Como el viajero, después de un
día pasado, lleno de sinsabores y de constantes esfuerzos por arribar a la meta
deseada, al atardecer del día se sienta tranquilo a contemplar el camino
recorrido y a cobrar nuevas fuerzas para seguir avanzando, así también nosotros,
ahora que nos vemos envueltos en el crepúsculo de este siglo séptimo, siglo en
el cual hemos visto nuestra querida Orden, despertar del triste letargo en que
desde tiempo ha yacía, y pletórica de vida caminar por la senda del progreso a la
conquista de los hermosos ideales que le señalara en las nuevas constituciones
el Rmo. Padre Maestro General Fr. Pedro Armengol Valenzuela, hoy dignísimo
Arzobispo titular de Gangra, debemos , como decía al principio, entonar el
himno de acción de gracia al Todopoderosos y también elevar nuestros ojos
agradecidos a Aquella que es el justo motivo de nuestra alegría, la Madre
Augusta de Mercedes, nuestra Celestial Fundadora que con tanto cariño ha
calmado nuestros afanes, ha enjugado nuestras lágrimas y ha recibido las
efusiones de nuestro pobre corazón, siempre que cansado y afanoso por las
luchas de la vida se ha refugiado en su corazón maternal.
Y al mismo tiempo que nos
detenemos a contemplar nuestras glorias pasadas, los hechos admirables de
nuestros hermanos en religión, poderosos in
opere et sermone Deo et Omni populo ( Luc. XXIV-19 ), debemos también,
siguiendo el consejo del Apóstol, procurar nuestra felicidad por medio del
cumplimiento de nuestros deberes religiosos y reportar a nuestra Orden días de
ventura y felicidad. Ad ea vero, quae
sunt priori, extendens meipsun, ad destinatam persequor, ad bravium suporne
vocationis Dei in Christo Jesu ( A los Fil. III – 12-15 )
Al recordar la actuación de la
Orden Mercedaria en nuestro suelo, es altamente satisfactorio RR. PP. Y Hnos
amados, dejar constancia que la Virgen de la Merced fue la que meció la cuna de
nuestra patria cuando ésta nació a la vida civilizada, y la que guío con
maternal solicitud sus primeros pasos por el camino del progreso ¡ Que Hermoso
espectáculo presenta la Madre de la Merced, vestida con blanco traje cuyo brillo rivaliza con el de
la huestes castellanas, descendiendo a los valles de Chile arrullada por el
canto que brota del corazón de sus hijos ! Sin la asistencia de María de la
Merced, quién sabe si aquellos esforzados adalides de la santa causa de la
civilización americana, los abnegados hijos de España , de esa nación cuyo
nombre debería cincelarse en láminas de oro y el cual, nosotros los americanos, deberíamos
escribir con las perlas sacadas del fondo de nuestros mares y con los diamantes
arrancados a las entrañas de nuestro suelo; quién sabe si hubieran alcanzado a
gozar de la belleza, abundancia y frescura de los valles de Chile, y este
país habría continuado sumergido en la
gentilidad y en la barbarie. El pueblo chileno tiene que confesar, si no quiere
desgarrar las mejores páginas de sus historia, que la Virgen de la Merced ha sido siempre su consuelo, la
compañera en las desgracias y en las prosperidades y el amparo y refugio en los
tempestuosos días de su infortunio.
Y ¿Qué diremos de la actuación de
los hijos de María de la Merced en Chile ? ¡ Ah con santo orgullo debemos
confesar que en todas partes encontramos gloriosos vestigios de nuestros
hermanos y que muchas veces tenemos que besar el suelo regado con su sangre,
con sus sudores y con sus lágrimas.
Desde que el P. Almansa con otros
mercedarios vino con Almagro a Chile en
1535, siendo los primeros sacerdotes que pisaron esta tierra y celebraron misa
en ella hasta nuestros días ¡ Cuántos
Mercedarios ilustres encontramos en nuestra patria: El V. P. Antonio Correa que en unión con los
PP. Antonio de Olmedo y Miguel de Benavente, fundo el primer convento en
Santiago y al cual los vemos con caridad sublime enseñar a los indios por
primera vez la santa doctrina del Cristianismo, valiéndose para ellos de todos
los medios que le sugería su infatigable celo y que tan bien nos describe el célebre
Tirso de Molina . Y si después de la fundación del convento de Santiago
seguimos al P. Correa , lo encontramos en las selvas de Arauco hablando de
rescate de prisioneros con aquellos indios feroces que ya habían dado muerte a
todos los otros emisarios enviados por el Gobernador Villagra; derramando el
consuelo y la esperanza en el corazón de todos y restañando la sangre y
cicatrizando las heridas de los valientes en los mayores peligros y donde
religiosos de otra orden no habían querido acudir según declaración de testigos
de aquellos tiempos.
El P. Antonio Rendón a quien
encontramos en el cerco de la imperial y que según dice el erudito historiador
de nuestra Orden R. P. Policarpo Gazulla en su historia : “ Los primeros
mercedarios en Chile”. “ Era el párroco que predicaba y confesaba a los
soldados y el medico que curaba sus heridas, el que daba los últimos auxilios
de la religión a los moribundos ; y también en casos apurados, era el soldado
que, con espada en mano animaba a los demás y defendía su vida y su puesto como
cualquier otro hombre”.
El P. Antonio Olmedo cuya acción
la concreta un biógrafo suyo en estas breves pero sublimes palabras: “ Padeció
mucho trabajo y en esta ocupación
murió.”
Y dejando muchos otros ¿ Qué
diremos de los Padres Francisco Ruiz que asistió a la fundación de Chillán y
fue su primer párroco, Pedro Moncalvillo de vida admirable, Juan Juárez del
Mercado que dio su primer hábito por la redención de un cautivo, Luis de la
Peña Mártir de la Eucaristía, Juan de Tobar, Gonzalo de Alvarado y Francisco
Ponce de León.
Viniendo a nuestro tiempo entre
los muchos varones ilustres que, como un trasunto del cielo, han pasado por
nuestros claustros, dejándolos perfumados con el suave olor de sus virtudes,
mencionaremos solamente a los inolvidables Padres Francisco de Paula Solar,
Obispo de San Carlos de Ancud, y a quien le cupo la gloria de implantar en nuestros claustros la perfecta vida común
ordena por el inmortal Pio IX; Benjamín Rencoret, director del primer noviciado
de vida común, Lorenzo Morales, Fidel pinto, Clodomiro Henríquez, Pedro J.
Ferrada y Cayetano Mora, fundador de la vice- provincia de Concepción y de
quien escribió el cronista general de la Orden este lacónico pero encomiástico
elogio: Virtutibus ómnibus praeditus.
Mirando nuestro pasado tenemos
mucha razón RR. PP. y amadísimos Hermanos
para decir con el inspirado autor del Libro del Eclesiástico : Alabemos
los varones gloriosos y a nuestros
padres en su descendencia. Ellos imperaban en sus señoríos hombres grandes en
virtud y adornados de prudencia, anunciaban como profetas la dignidad de los
Profetas, y gobernaban al pueblo de su tiempo, y con la virtud, solícitos del
decoro del culto. Sus cuerpos fueron sepultados en paz , el nombre de ellos
vive de generación en generación. Celebren los pueblos su sabiduría y anuncien
la Iglesia sus alabanzas ( Ecl. Cap. 44 )
Pero no debemos contentarnos
solamente con recordar nuestras glorias pasadas, sino que debemos además
procurar nosotros también alcanzar nuestro fin, y de este modo reportarle a
nuestra querida Orden, para los venidero, días de gloria y de gran prosperidad.
Nuestras Sagradas Constituciones dicen en capitulo primero del Fundamento, que
el fin de nuestra Orden es, en primer lugar la santificación de sus miembros
mediante el cumplimiento exacto de los preceptos y consejos evangélicos y
también la santificación de nuestros prójimos mediante la predicación de la
divina Palabra, la Redención de cautivos y la educación de la juventud.
No queremos detenernos a convenceros
de la necesidad de vuestra propia santificación pues esto es superfluo hablando,
como hablamos, a religiosos, que según el común sentir de la Iglesia, al hacer
votos monásticos han hecho profesión de santidad, y a este respecto solamente
os recordaremos aquellas palabras del Maestro Divino a sus Apóstoles : Vosotros
sois la luz del mundo y vuestra luz debe brillar de manera que los hombres vean
vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos ( S
Mat. Cap. V 14-16)
Queremos detenernos a considerar
los medios que debemos usar para conseguir la salvación de nuestro prójimos y
siguiendo el espíritu de Nuestras Constituciones y atendiendo a las
necesidades de la moderna sociedad, diremos
que nosotros religiosos deben hoy dedicarse con todos esmero y en la medida de
sus fuerzas , a la predicación de la divina palabra por medio de las misiones,
de la visita de cárceles y fundación de escuelas, colegios, instrucciones
catequísticas y organización de patronatos ; es decir, hoy día nuestros
religiosos deben ser apóstoles en toda la extensión de esta hermosa y sublime
palabra.
1.
Deben dedicarse a las misiones que son uno de
los medios más eficaces para contener el avance de la impiedad que amenaza
destruirlo todo. Hoy, al tender la vista por el mundo, en todas partes se ve el
olvido de los preceptos divinos, y un entusiasmo delirante por quemar incienso
en las aras de los tres dioses de la concupiscencia : Mundo, demonio y carne . Con razón podemos
decir lo que decía Jesucristo : Messis
quidem multa, hay mies, hay mucho campo donde nuestros religiosos pueden
ejercer su celo en bien de las almas ; pero para que alcancen gran fruto en sus
tareas deben estar revestidos de un inmenso y continuo deseo de procurar por
todos los medios posibles, la mayor
gloria de Dios, la salvación y perfeccionamiento propios, juntos con la
perfección y salvación de los demás . Sin este celo nuestros misioneros serian
semejantes al militar armado de muy buenas armas, pero que jamás las usa en
defensa de la patria. Deben también evitar el modo de proceder de aquellos que
al emprender cualquier obra de celo. Toman muy en cuenta la prudencia de la
carne, los cuales no llegarán jamás a ser verdaderos apóstoles del Evangelio.
No era esa prudencia de la carne la que sentía en sí el Profeta David cuando
decía: Defectio tenuit me pro pecatoribus
derelinquentibus legem tuam. Desfallecimiento se apoderó de mí por causa de
los pecadores que desamparaban tu ley. No pensaba de este modo San Pablo cuando
exclamaba: Nocte et die non cessavi cum
lágrimis monens unumquemque vestrum. No he cesado noche y día de amonestar
con lágrimas a cada uno de vosotros. No era esa conducta de los Apóstoles y mártires mercedarios que daban su vida por
salvar a sus hermanos.
2.
Deben procurar también la salvación de las
almas, acercándose al hijo de pueblo, al obrero, fundando en su favor
sociedades católicas de beneficencia, instruyéndolo En sus deberes para consigo
mismo, para con Dios y para con sus semejantes. Nuestros religiosos deben ir al
pueblo a buscar sus almas, porque éste es y debe ser el principal trabajo del
sacerdote según lo afirma el inmortal Leon XIII. “ cosa es por si manifiesta,
dice, cuando deben trabajar los sagrados ministros en todo este género de obras
que ligan directamente los intereses de la Iglesia y del pueblo cristiano, y
cuna eficaces son para este fin los muchos medios de que se disponen de
doctrina, prudencia, y caridad. Nos mismo, más de una vez, hablando con
eclesiásticos, hemos creído conveniente asegurarles que en nuestros días es
oportuno llegarse al pueblo y comunicar saludablemente con él. Con más
frecuencia aún, de mucho tiempo a esta parte en letras dirigidas a los obispos
y otras personas eclesiásticas, alabamos esa solicitud a favor del pueblo”. (
Carta encíclica sobre la Democracia Cristiana ). Y Pio X agregaba: “empléese en
mejorar dentro de los límites de la caridad y de la justicia la condición
económica del pueblo, favoreciendo y propagando las obras que tiendan a este
fin, aquellas sobre todo, que tienen por objeto disciplinar a las muchedumbres
contra la tiranía invasora del socialismo y que la salvan a la vez de la ruina
económica y de la desorganización moral y religiosa. De esta suerte la
colaboración del clero en las obras de acción católica tendrá un fin altamente
religioso y nunca será obstáculo, antes bien secundará su ministerio espiritual
cuyo campo irá ensanchando y cuyos frutos multiplicara”. ( Carta encíclica
sobre la Acción Catolica)
3.
Deben dedicarse también religiosos a la protección
y visita de los encarcelados, procurando encender en esos pobres corazones
yertos por la desgracia una chispa se amor divino, enjugando las amargas
lágrimas de sus ojos, purificando sus almas manchadas a veces por los más
degradantes vicios, y enseñándoles a levantar sus miradas al cielo, patrias de
las almas. Y en ese punto no deben olvidarse que los primeros mercedarios
encontraban sus delicias en consolar y libertar a los cautivos de modo que
pueda asegurarse que el mercedario y el reo son dos seres que se buscan y se
completan mutuamente y cuando éste llora inconsolable en el frio rincón de su
calabozo, pasado extravíos, se le acerca el mercedario, enjuga sus lágrimas y
reanima su corazón aletargado por el infortunio.
4.
Finalmente nuestros religiosos deben dedicarse a
la cristiana educación y formación de la niñez pues ésta es una de la más
imperiosas necesidades de los tiempos modernos. Hoy que el vicio y la impiedad
quieren a toda costa arrebatar los niños del lado de Jesús que los amó tanto,
necesario es que el sacerdote con sensata intrepidez propia del Apóstol,
defienda al niño y lo eduque y forme para la religión, para el hogar y para la
patria. Esto lo conseguirán abriendo escuelas, colegios, estableciendo
catequismos, patronatos, misa dominicales especiales para niños y en fin,
valiéndose de todos los medios que les inspire su amor y celo por la santa
causa.
Pero aquí se nos ocurre que más de alguno podrá preguntar : ¿ A cual de
estas
obras sociales nos dedicaremos ? y a éstos les contestaremos con un
célebre conferencista español “ id
al pueblo, amadlo mucho y lo sabréis”.. Si Hay que ir al pueblo con la misma
solicitud del Pastor Divino, a buscar a las ovejas descarriadas para volverlas
al redil.
Es cierto, y esto lo decimos con íntima satisfacción, es cierto que en
la hora actual ya varios de los nuestros han comprendido esta necesidad y se
han dedicado con un santo entusiasmo a estas obras cristiano- sociales ; a
estos amados hermanos nuestros les enviamos nuestro aplauso y nuestra bendición
y les exhortamos a que como buenos
soldados de la causa de Jesucristo, pues en cambio de sus sudores y fatigas
tendrán en el cielo la corona de justicia que les dará en el último día el
justo Juez.
Quisiéramos que su ejemplo fuera imitado por todos y que todos
trabajaran en este sentido en la medida de sus fuerzas, para que no se diera el
caso de que si saliera el Señor de la viña en las horas de la tarde, hiciera a
algunos esta justa reconvención: Quid Hic
estatis tota die otiosi.
Quisiéramos que todos a imitación de los siervos buenos del Evangelio,
hicieran fructificar sus talentos, para que jamás se dé el caso de que el
Señor haga a algunos esta terrible
reprensión: Inutilen servum ejicite in
tenebras exteriores : Illic erit flectus et stridor dentiun.
Y antes de concluir, queremos
repetiros lo que no ha mucho decía un elocuente orador chileno en la Asamblea
de la Unión Católica de Concepción: “ Compañeros de labor, de sacrificios y de
responsabilidad: hagamos del tabernáculo el foco divino de toda nuestra acción;
pero ¡Por Dios! no nos encerremos en nuestros templos llenos de mujeres;
llevando a Cristo en el corazón, vamos hacia ese mundo que día a día se aleja
de nosotros; con nuestros cooperadores
de las juntas parroquiales recorramos todos los caminos ; no hay ninguno
que no hubiera recogido en nuestro tiempos las huellas adorables del Maestro
Divino: penetremos en la escuela en donde Jesús va siendo el gran desconocido
de la niñez; acerquémonos al grupo juvenil en que el evangelio inspirador de
los más altos ideales, es odiado a causa de prejuicios que nosotros podemos
disimular ; lleguemos a las columnas de los diarios a decir desde allí palabras
de verdad, de amor y de justicia; vamos a las salas de conferencias a dar a
conocer el cristianismo ignorado por la actual generación; pero, sobre todo
porque ésta es la más imperiosa de las necesidades modernas, vamos en busca del
obrero que ya no acude a nuestros templos y penetremos en la agitación fecunda
del taller, en el bullicio provechoso de la fábrica, en las callejuelas
polvorientas del barrio popular, ya veremos ( y os lo afirmo en nombre de la
experiencia) que muchos brazos antes hostiles, se extenderán cordiales hacia
nosotros, porque las multitudes, consientes o inconscientemente, tienen hambre
y sed de Cristo.”
Queremos, y este es nuestro gran
deseo, que en este nuevo siglo que comienza para nuestra Orden, flamescat igne charitas, accendat ardor
próximos, y como el más especial saludo que podemos enviaros, recibid RR.PP. y
amadísimos hermanos, nuestra paternal bendición que os enviamos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Dadas en nuestro convento máximo
de San José de Santiago de Chile, a 25 días
del mes de julio de 1918 y de la
descensión de Ntra. Sma. Madre a fundar su Orden 699.
Fray Manuel Flores Fray P.
Armengol
Provincial Secretario
Fray Mario Salas
Mercedario
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