lunes, 10 de julio de 2017

Carta del P. Provincial, Fray Manuel Flores. Invitando a los religiosos a vivir el 7º Centenario 1918


Carta del P. Provincial julio 1918

Nos, Fray Manuel Jesús Flores, provincial de los mercedarios de Chile a todos nuestros religiosos salud en el Señor:

Al dirigirnos a vosotros en esta ocasión RR. PP. Y amados hermanos, nuestra primera palabra debe ser para convidares a fin de que todos unido en un solo corazón y en una sola alma, elevemos un fervoroso himno de acción de gracias al Dios del cual procede todo bien por la incomparable merced que se ha dignado prodigar a nuestra querida Orden de poder ver brillar sobre su frente, iluminada ya por espléndidas auroras de siete siglos, la nueva luz de este siglo que para ella comienza y el cual desde lo íntimo de nuestra alma deseamos que sea portador de felices augurios de adelanto y bienestar.
Como el viajero, después de un día pasado, lleno de sinsabores y de constantes esfuerzos por arribar a la meta deseada, al atardecer del día se sienta tranquilo a contemplar el camino recorrido y a cobrar nuevas fuerzas para seguir avanzando, así también nosotros, ahora que nos vemos envueltos en el crepúsculo de este siglo séptimo, siglo en el cual hemos visto nuestra querida Orden, despertar del triste letargo en que desde tiempo ha yacía, y pletórica de vida caminar por la senda del progreso a la conquista de los hermosos ideales que le señalara en las nuevas constituciones el Rmo. Padre Maestro General Fr. Pedro Armengol Valenzuela, hoy dignísimo Arzobispo titular de Gangra, debemos , como decía al principio, entonar el himno de acción de gracia al Todopoderosos y también elevar nuestros ojos agradecidos a Aquella que es el justo motivo de nuestra alegría, la Madre Augusta de Mercedes, nuestra Celestial Fundadora que con tanto cariño ha calmado nuestros afanes, ha enjugado nuestras lágrimas y ha recibido las efusiones de nuestro pobre corazón, siempre que cansado y afanoso por las luchas de la vida se ha refugiado en su corazón maternal.

Y al mismo tiempo que nos detenemos a contemplar nuestras glorias pasadas, los hechos admirables de nuestros hermanos en religión, poderosos in opere et sermone Deo et Omni populo ( Luc. XXIV-19 ), debemos también, siguiendo el consejo del Apóstol, procurar nuestra felicidad por medio del cumplimiento de nuestros deberes religiosos y reportar a nuestra Orden días de ventura y felicidad. Ad ea vero, quae sunt priori, extendens meipsun, ad destinatam persequor, ad bravium suporne vocationis Dei in Christo Jesu ( A los Fil. III – 12-15 )

Al recordar la actuación de la Orden Mercedaria en nuestro suelo, es altamente satisfactorio RR. PP. Y Hnos amados, dejar constancia que la Virgen de la Merced fue la que meció la cuna de nuestra patria cuando ésta nació a la vida civilizada, y la que guío con maternal solicitud sus primeros pasos por el camino del progreso ¡ Que Hermoso espectáculo presenta la Madre de la Merced, vestida con  blanco traje cuyo brillo rivaliza con el de la huestes castellanas, descendiendo a los valles de Chile arrullada por el canto que brota del corazón de sus hijos ! Sin la asistencia de María de la Merced, quién sabe si aquellos esforzados adalides de la santa causa de la civilización americana, los abnegados hijos de España , de esa nación cuyo nombre debería cincelarse en láminas de oro  y el cual, nosotros los americanos, deberíamos escribir con las perlas sacadas del fondo de nuestros mares y con los diamantes arrancados a las entrañas de nuestro suelo; quién sabe si hubieran alcanzado a gozar de la belleza, abundancia y frescura de los valles de Chile, y este país  habría continuado sumergido en la gentilidad y en la barbarie. El pueblo chileno tiene que confesar, si no quiere desgarrar las mejores páginas de sus historia, que la Virgen  de la Merced ha sido siempre su consuelo, la compañera en las desgracias y en las prosperidades y el amparo y refugio en los tempestuosos días de su infortunio.

Y ¿Qué diremos de la actuación de los hijos de María de la Merced en Chile ? ¡ Ah con santo orgullo debemos confesar que en todas partes encontramos gloriosos vestigios de nuestros hermanos y que muchas veces tenemos que besar el suelo regado con su sangre, con sus sudores y con sus lágrimas.

Desde que el P. Almansa con otros mercedarios vino con Almagro a Chile  en 1535, siendo los primeros sacerdotes que pisaron esta tierra y celebraron misa en ella hasta nuestros días  ¡ Cuántos Mercedarios ilustres encontramos en nuestra patria:  El V. P. Antonio Correa que en unión con los PP. Antonio de Olmedo y Miguel de Benavente, fundo el primer convento en Santiago y al cual los vemos con caridad sublime enseñar a los indios por primera vez la santa doctrina del Cristianismo, valiéndose para ellos de todos los medios que le sugería su infatigable celo y que tan bien nos describe el célebre Tirso de Molina . Y si después de la fundación del convento de Santiago seguimos al P. Correa , lo encontramos en las selvas de Arauco hablando de rescate de prisioneros con aquellos indios feroces que ya habían dado muerte a todos los otros emisarios enviados por el Gobernador Villagra; derramando el consuelo y la esperanza en el corazón de todos y restañando la sangre y cicatrizando las heridas de los valientes en los mayores peligros y donde religiosos de otra orden no habían querido acudir según declaración de testigos de aquellos tiempos.

El P. Antonio Rendón a quien encontramos en el cerco de la imperial y que según dice el erudito historiador de nuestra Orden R. P. Policarpo Gazulla en su historia : “ Los primeros mercedarios en Chile”. “ Era el párroco que predicaba y confesaba a los soldados y el medico que curaba sus heridas, el que daba los últimos auxilios de la religión a los moribundos ; y también en casos apurados, era el soldado que, con espada en mano animaba a los demás y defendía su vida y su puesto como cualquier otro hombre”.

El P. Antonio Olmedo cuya acción la concreta un biógrafo suyo en estas breves pero sublimes palabras: “ Padeció mucho trabajo  y en esta ocupación murió.”

Y dejando muchos otros ¿ Qué diremos de los Padres Francisco Ruiz que asistió a la fundación de Chillán y fue su primer párroco, Pedro Moncalvillo de vida admirable, Juan Juárez del Mercado que dio su primer hábito por la redención de un cautivo, Luis de la Peña Mártir de la Eucaristía, Juan de Tobar, Gonzalo de Alvarado y Francisco Ponce de León. 

Viniendo a nuestro tiempo entre los muchos varones ilustres que, como un trasunto del cielo, han pasado por nuestros claustros, dejándolos perfumados con el suave olor de sus virtudes, mencionaremos solamente a los inolvidables Padres Francisco de Paula Solar, Obispo de San Carlos de Ancud, y a quien le cupo la gloria de implantar en  nuestros claustros la perfecta vida común ordena por el inmortal Pio IX; Benjamín Rencoret, director del primer noviciado de vida común, Lorenzo Morales, Fidel pinto, Clodomiro Henríquez, Pedro J. Ferrada y Cayetano Mora, fundador de la vice- provincia de Concepción y de quien escribió el cronista general de la Orden este lacónico pero encomiástico elogio: Virtutibus ómnibus praeditus.

Mirando nuestro pasado tenemos mucha razón RR. PP. y  amadísimos  Hermanos  para decir con el inspirado autor del Libro del Eclesiástico : Alabemos los varones gloriosos y a  nuestros padres en su descendencia. Ellos imperaban en sus señoríos hombres grandes en virtud y adornados de prudencia, anunciaban como profetas la dignidad de los Profetas, y gobernaban al pueblo de su tiempo, y con la virtud, solícitos del decoro del culto. Sus cuerpos fueron sepultados en paz , el nombre de ellos vive de generación en generación. Celebren los pueblos su sabiduría y anuncien la Iglesia sus alabanzas ( Ecl. Cap. 44 )


Pero no debemos contentarnos solamente con recordar nuestras glorias pasadas, sino que debemos además procurar nosotros también alcanzar nuestro fin, y de este modo reportarle a nuestra querida Orden, para los venidero, días de gloria y de gran prosperidad. Nuestras Sagradas Constituciones dicen en capitulo primero del Fundamento, que el fin de nuestra Orden es, en primer lugar la santificación de sus miembros mediante el cumplimiento exacto de los preceptos y consejos evangélicos y también la santificación de nuestros prójimos mediante la predicación de la divina Palabra, la Redención de cautivos y la educación de la juventud.

No queremos detenernos a convenceros de la necesidad de vuestra propia santificación pues esto es superfluo hablando, como hablamos, a religiosos, que según el común sentir de la Iglesia, al hacer votos monásticos han hecho profesión de santidad, y a este respecto solamente os recordaremos aquellas palabras del Maestro Divino a sus Apóstoles : Vosotros sois la luz del mundo y vuestra luz debe brillar de manera que los hombres vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos ( S Mat. Cap. V 14-16)

Queremos detenernos a considerar los medios que debemos usar para conseguir la salvación de nuestro prójimos y siguiendo el espíritu de Nuestras Constituciones y atendiendo a las necesidades  de la moderna sociedad, diremos que nosotros religiosos deben hoy dedicarse con todos esmero y en la medida de sus fuerzas , a la predicación de la divina palabra por medio de las misiones, de la visita de cárceles y fundación de escuelas, colegios, instrucciones catequísticas y organización de patronatos ; es decir, hoy día nuestros religiosos deben ser apóstoles en toda la extensión de esta hermosa y sublime palabra.

1.     Deben dedicarse a las misiones que son uno de los medios más eficaces para contener el avance de la impiedad que amenaza destruirlo todo. Hoy, al tender la vista por el mundo, en todas partes se ve el olvido de los preceptos divinos, y un entusiasmo delirante por quemar incienso en las aras de los tres dioses de la concupiscencia :  Mundo, demonio y carne . Con razón podemos decir lo que decía Jesucristo : Messis quidem multa, hay mies, hay mucho campo donde nuestros religiosos pueden ejercer su celo en bien de las almas ; pero para que alcancen gran fruto en sus tareas deben estar revestidos de un inmenso y continuo deseo de procurar por todos los  medios posibles, la mayor gloria de Dios, la salvación y perfeccionamiento propios, juntos con la perfección y salvación de los demás . Sin este celo nuestros misioneros serian semejantes al militar armado de muy buenas armas, pero que jamás las usa en defensa de la patria. Deben también evitar el modo de proceder de aquellos que al emprender cualquier obra de celo. Toman muy en cuenta la prudencia de la carne, los cuales no llegarán jamás a ser verdaderos apóstoles del Evangelio. No era esa prudencia de la carne la que sentía en sí el Profeta David cuando decía: Defectio tenuit me pro pecatoribus derelinquentibus legem tuam. Desfallecimiento se apoderó de mí por causa de los pecadores que desamparaban tu ley. No pensaba de este modo San Pablo cuando exclamaba: Nocte et die non cessavi cum lágrimis monens unumquemque vestrum. No he cesado noche y día de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros. No era esa conducta de los Apóstoles  y mártires mercedarios que daban su vida por salvar a sus hermanos.
2.     Deben procurar también la salvación de las almas, acercándose al hijo de pueblo, al obrero, fundando en su favor sociedades católicas de beneficencia, instruyéndolo En sus deberes para consigo mismo, para con Dios y para con sus semejantes. Nuestros religiosos deben ir al pueblo a buscar sus almas, porque éste es y debe ser el principal trabajo del sacerdote según lo afirma el inmortal Leon XIII. “ cosa es por si manifiesta, dice, cuando deben trabajar los sagrados ministros en todo este género de obras que ligan directamente los intereses de la Iglesia y del pueblo cristiano, y cuna eficaces son para este fin los muchos medios de que se disponen de doctrina, prudencia, y caridad. Nos mismo, más de una vez, hablando con eclesiásticos, hemos creído conveniente asegurarles que en nuestros días es oportuno llegarse al pueblo y comunicar saludablemente con él. Con más frecuencia aún, de mucho tiempo a esta parte en letras dirigidas a los obispos y otras personas eclesiásticas, alabamos esa solicitud a favor del pueblo”. ( Carta encíclica sobre la Democracia Cristiana ). Y Pio X agregaba: “empléese en mejorar dentro de los límites de la caridad y de la justicia la condición económica del pueblo, favoreciendo y propagando las obras que tiendan a este fin, aquellas sobre todo, que tienen por objeto disciplinar a las muchedumbres contra la tiranía invasora del socialismo y que la salvan a la vez de la ruina económica y de la desorganización moral y religiosa. De esta suerte la colaboración del clero en las obras de acción católica tendrá un fin altamente religioso y nunca será obstáculo, antes bien secundará su ministerio espiritual cuyo campo irá ensanchando y cuyos frutos multiplicara”. ( Carta encíclica sobre la Acción Catolica)
3.     Deben dedicarse también religiosos a la protección y visita de los encarcelados, procurando encender en esos pobres corazones yertos por la desgracia una chispa se amor divino, enjugando las amargas lágrimas de sus ojos, purificando sus almas manchadas a veces por los más degradantes vicios, y enseñándoles a levantar sus miradas al cielo, patrias de las almas. Y en ese punto no deben olvidarse que los primeros mercedarios encontraban sus delicias en consolar y libertar a los cautivos de modo que pueda asegurarse que el mercedario y el reo son dos seres que se buscan y se completan mutuamente y cuando éste llora inconsolable en el frio rincón de su calabozo, pasado extravíos, se le acerca el mercedario, enjuga sus lágrimas y reanima su corazón aletargado por el infortunio.

4.     Finalmente nuestros religiosos deben dedicarse a la cristiana educación y formación de la niñez pues ésta es una de la más imperiosas necesidades de los tiempos modernos. Hoy que el vicio y la impiedad quieren a toda costa arrebatar los niños del lado de Jesús que los amó tanto, necesario es que el sacerdote con sensata intrepidez propia del Apóstol, defienda al niño y lo eduque y forme para la religión, para el hogar y para la patria. Esto lo conseguirán abriendo escuelas, colegios, estableciendo catequismos, patronatos, misa dominicales especiales para niños y en fin, valiéndose de todos los medios que les inspire su amor y celo por la santa causa.
Pero aquí se nos ocurre que más de alguno podrá preguntar : ¿ A cual de estas
obras sociales nos dedicaremos ? y a éstos les contestaremos con un célebre       conferencista español “ id al pueblo, amadlo mucho y lo sabréis”.. Si Hay que ir al pueblo con la misma solicitud del Pastor Divino, a buscar a las ovejas descarriadas para volverlas al redil.
Es cierto, y esto lo decimos con íntima satisfacción, es cierto que en la hora actual ya varios de los nuestros han comprendido esta necesidad y se han dedicado con un santo entusiasmo a estas obras cristiano- sociales ; a estos amados hermanos nuestros les enviamos nuestro aplauso y nuestra bendición y les exhortamos  a que como buenos soldados de la causa de Jesucristo, pues en cambio de sus sudores y fatigas tendrán en el cielo la corona de justicia que les dará en el último día el justo Juez. 
Quisiéramos que su ejemplo fuera imitado por todos y que todos trabajaran en este sentido en la medida de sus fuerzas, para que no se diera el caso de que si saliera el Señor de la viña en las horas de la tarde, hiciera a algunos esta justa reconvención: Quid Hic estatis tota die otiosi.
Quisiéramos que todos a imitación de los siervos buenos del Evangelio, hicieran fructificar sus talentos, para que jamás se dé el caso de que el Señor  haga a algunos esta terrible reprensión: Inutilen servum ejicite in tenebras exteriores : Illic erit flectus et stridor dentiun.

Y antes de concluir, queremos repetiros lo que no ha mucho decía un elocuente orador chileno en la Asamblea de la Unión Católica de Concepción: “ Compañeros de labor, de sacrificios y de responsabilidad: hagamos del tabernáculo el foco divino de toda nuestra acción; pero ¡Por Dios! no nos encerremos en nuestros templos llenos de mujeres; llevando a Cristo en el corazón, vamos hacia ese mundo que día a día se aleja de nosotros; con nuestros cooperadores  de las juntas parroquiales recorramos todos los caminos ; no hay ninguno que no hubiera recogido en nuestro tiempos las huellas adorables del Maestro Divino: penetremos en la escuela en donde Jesús va siendo el gran desconocido de la niñez; acerquémonos al grupo juvenil en que el evangelio inspirador de los más altos ideales, es odiado a causa de prejuicios que nosotros podemos disimular ; lleguemos a las columnas de los diarios a decir desde allí palabras de verdad, de amor y de justicia; vamos a las salas de conferencias a dar a conocer el cristianismo ignorado por la actual generación; pero, sobre todo porque ésta es la más imperiosa de las necesidades modernas, vamos en busca del obrero que ya no acude a nuestros templos y penetremos en la agitación fecunda del taller, en el bullicio provechoso de la fábrica, en las callejuelas polvorientas del barrio popular, ya veremos ( y os lo afirmo en nombre de la experiencia) que muchos brazos antes hostiles, se extenderán cordiales hacia nosotros, porque las multitudes, consientes o inconscientemente, tienen hambre y sed de Cristo.”
Queremos, y este es nuestro gran deseo, que en este nuevo siglo que comienza para nuestra Orden, flamescat igne charitas, accendat ardor próximos, y como el más especial saludo que podemos enviaros, recibid RR.PP. y amadísimos hermanos, nuestra paternal bendición que os enviamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Dadas en nuestro convento máximo de San José de Santiago de Chile, a 25 días  del mes de julio de 1918 y de  la descensión de Ntra. Sma. Madre a fundar su Orden 699.



Fray Manuel Flores                                       Fray P. Armengol
Provincial                                                      Secretario



Texto tomado de la Revista Mercedaria Chilena 1218 - 1918 


                                                   Fray Mario Salas 
                                               Mercedario 

No hay comentarios: