La Coronación
"Entre tanto la
misa de Pontifical terminada, y el acto solemne de la coronación ya iba a tener
lugar. Una vez que Monseñor Valenzuela dió su trina bendición arquiepiscopal,
su secretario el R. P. Esparza, dió
lectura a dos documentos: primero a la Bula del Pontífice, por la cual el Capítulo
Romano de San Pedro autorizaba al Rvdmo. Arzobispo de Santiago, para coronar
solemnemente la sagrada imagen de la Virgen de la Merced; y en seguida al
Decreto por el cual su Illma. Y Rvdma.,
el Arzobispo de Santiago, delegaba sus facultades en Monseñor Valenzuela para
que efectuara tan solemne acto.
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Corona con la cual fue coronada la Virgen de la Merced. |
Tan pronto hubo
terminado esta lectura, Monseñor Valenzuela, revestido de sus paramentos
pontificales, dio comienzo a la ceremonia, por la bendición de la corona,
rociándola con agua bendita; en seguida se rezaron las preces del Ritual y se
entonó el Himno “Oh gloriosa Virginum”,
que fue salmeado por el clero que asistió al presbiterio. En seguida la corona
fu trasportada en una bandeja de plata, hasta el lugar donde se encontraba la
sagrada imagen, en sus carro dorado, al pie del presbiterio, seguida por
Monseñor Valenzuela, el Excmo. Señor Nuncio de S.S., el Illmo. Señor Silva
Cotapos y todo el clero allí reunido. Una vez al lado de la imagen Monseñor
Valenzuela toma en sus manos la corona y con toda gravedad y reverencia, la coloca
en la sienes de la sagrada imagen, mientras en el coro se entona a plena voz el
Regina Coeli del Maestro Francisco Riga, a cuatro voces, con un soberbio dúo
cantaron el R. P. Rojas y el barítono señor Martínez. El momento culminante de
la ceremonia había llegado. Las campanas de toda la ciudad son echadas a vuelo,
y por espacio de un cuarto de hora, anuncian a los habitantes que la exelsa
patrona de Santiago, la Virgen de la Merced, traída a Chile por el primero de
los Apostoles evangelizadores del país, el inmortal Padre Correa acaba de
recibir en sus sienes , la corona de oro y de diamantes a que la gratitud de
todo un pueblo la había hecho acreedora, por las constante protección que desde
tres siglos y medio, viene dispensando a cada uno de los chilenos, a sus
instituciones y a sus hogares. A su vez en el Parque Cousiño se disparaba una
salva mayor de 21 cañonazos.
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La Sagrada Imagen, momentos después de la coronación |
Mientras todas
estas manifestaciones de júbilo exteriorizaban el entusiasmo de los de afuera,
dentro de los muros de la catedral se aclamaba a María con un entusiasmos
indescriptible. De todos los labios brotaban vítores y aclamaciones, gritos de
triunfo y aplausos entusiastas, en tanto que Monseñor Valenzuela incensaba la
sagrada imagen y terminaba las preces del Ritual.
Una vez que las
aclamaciones y vítores dejaron de resonar, con voz conmovida Monseñor
Valenzuela entonó el Te Deum, que fue
cantado alternativamente por el Clero y el coro de cantores. La ceremonia
terminó cerca de las 12 M. Y el inmenso público que llenaba por completo la
Catedral, desfilo por frente a la sagrada imagen que parecía sonreír a sus
hijos, con su corona de reina y soberana de todo el pueblo chileno, allí tan
dignamente representado.
Cuando el
meridiano del Santa Lucía dió las 12, el gran número de romeros, acompañados
por los Padres que lo habían dirigido en su peregrinación, se vinieron al
espacioso patio del colegio San Pedro Nolasco, donde una comisión de señoras,
señoritas y jóvenes de nuestra sociedad. Les sirvieron un bien preparado
almuerzo. En este servicio tocó desempeñar un papel importante a la comisión
nombrada por el R. P. Provincial para atender a los romeros, la cual desde
antemano había hecho los preparativos del caso para que nada faltara. En
realidad, a pesar de lo difícil que fue atender cómodamente a más de dos mil
personas quedaron éstas satisfechas y contentas, y preparadas para asistir a la
Procesión que debía verificarse en la tarde de ese mismo día.
La procesión
Eran más o menos
las 4 ½ P. M. Cuando salía del templo de la Merced la gran procesión de debía
ir buscar al templo Metropolitano la imagen de la Virgen Coronada, y antes de
traerla a su templo, pasearla en triunfo por las calles de la ciudad. A esta
misma hora se cantaban vísperas solemnes en la Catedral, según lo prescrito por
el Ritual, y terminadas éstas salió la sagrada imagen en su carro dorado, que
escoltaban todos los religiosos y clero de la capital.
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Imagen de la procesión: puede verse a Mons. Valenzuela y al señor Nuncio y otros personajes |
La procesión se
organizó en la forma siguiente: Cruz Alta y ciriales; Cofradía de la veneración
perpetua del inmaculado Corazón de María;
Obreros de la misma cofradía; Venerable Orden Tercera de la Merced;
Peregrinos de Chimbarongo; Peregrinos de Rancagua; Colegio y sociedad de
Labores de Santa María de Cervellón ; el anda de esta Santa mercedaria;
Cofradía del niño Jesús de Praga; Corte del Carmen; Peregrinos de Melipilla;
Centro 21 de Mayo de la Unión Nacional; Anda de San Ramón Nonato; banda de
músicos del Batallón Pudeto ; Peregrinos de Chillán; Sociedad Bernardo O’Higgins
de Rancagua; Colegio San Pedro Nolasco,
en cuerpo; anda del Santo Patriarca; Sociedad de Obreros de San José; banda de
músicos de San Vicente de Paul; gran número de caballeros católicos; el
noviciado Mercedario venido de Chimbarongo; Novicios y coristas de los
conventos de Concepción y Chillan; clero y Comunidades religiosas el Illmo y
Rvdmo. señor Valenzuela de gran pontifical, asistido de dos sacerdotes
revestidos con paramentos sagrados; el Excmo señor Nuncio de S.S. Revestido de
capa magna; el V. Cabildo Eclesiástico;
el anda de la Virgen Coronada y tras ella la banda de músicos del Regimiento de
Carabineros y una inmensa multitud de fieles que ocupaba varias cuadras.
Lo procesión se
puso en movimiento avanzando por la calle Merced hasta el cerro Santa Lucia,
que se veía completamente lleno de espectadores, y con los últimos rayos del
crepúsculo, presentaba el golpe de vista más fantástico y encantador; de allí
tomó por Huérfanos para torcer por Claras y penetrar en su templo que
presentaba un aspecto deslumbrador con su arreglo del pórtico, todo cubierto de
lamparillas eléctricas, artísticamente distribuidas y su iluminación y adorno
interior, magnífico como nunca.
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Anda de Santa María de Cervellón, primera de la Procesión |
Todas
las casas de las calles por donde la procesión pasó, se veían engalanadas con
flores y gallardetes y todas ostentaban en la puerta principal la bandera
nacional desplegada al viento. Desde muchos hogares se arrojaron flores al paso
de la Virgen y se la clamó con vítores y aplausos que llegaban hasta el alma.
Pero donde el entusiasmo y los gritos de triunfo sobrepujaron toda ponderación,
fue a la entrada de la sagrada imagen en su templo de la Merced, donde los
fieles le han rendido un culto especial desde varios siglo atrás; aquí llegó el
entusiasmo hasta el delirio, y no teniendo ya el inmenso público que invadió
por completo las naves del templo otro medio para exteriorizar su entusiasmo,
rompe de súbito con la Canción Nacional que al punto responden acordes del gran
órgano, produciéndose un conjunto imposible de describir. Nunca se nos había
presentado un espectáculo más grandioso, imponente y sublime, de mayor fe y de
piedad más ardiente, que el que en esos instantes presenciábamos. Las lágrimas
asomaron a los ojos y la emoción anudó la voz en la garganta y nos impidió
tomar parte en aquel himno gigante, entonado por todo un pueblo, ebrio de amor
a María.
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El Anda de la Sma. Virgen al enfrentar el Portal Alcalde rodeada de fieles |
Cuando
las notas del Himno nacional se fueron apagando, y el silencio solamente que
sigue a las grandes manifestaciones de entusiasmo se dejó sentir, el R. P. Esparza,
desde el púlpito, dirigió con voz enternecida por la emoción, una vibrante y
fervorosa alocución, y agradeció las manifestaciones de entusiasmo que en esos
momentos brotaban de su corazón agradecido a las bondades de la bendita Madre
de Mercedes, desde hoy reina coronada de todo el pueblo chileno.
Tuvo
frases de íntima ternura para los piadoso peregrinos que, dejando atrás sus
hogares y comodidades, no habían trepidado en venir a Santiago para asistir a
la gran ceremonia de la coronación de su Reina. Los despidió con frases de sincero afecto, no sin antes implorar para
ellos las más abundantes bendiciones del cielo. Terminaba la brillante
alocución, se rezó y cantó un solemne Trisagio en acción de gracia a la
Santísima Trinidad , y Illmo. Y Rmo. señor Valenzuela dió a todos los presentes
la bendición con su Divina Majestad. Terminadas las ceremonias religiosa se
quemaron en el claustro del convento hermoso fuegos artificiales, obsequiados
por el pirotécnico señor Morales.
Tal
ha sido, narrado a vuelo de pluma, el imponente y conmovedor acontecimiento de
la Coronación canónica de Nuestra Santísima Madre la Virgen de la Merced, único
presenciado en Santiago, y revestido de todos los caracteres llamados a hacer
época en la historia religiosa y social de una gran ciudad.
Que
Dios bendiga a todos cuantos de alguna manera han contribuido al esplendor a
estas fiestas, y la Reina de Mercedes nos cubra a todos con su manto protector."
La
Redacción
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