Hace algunos días atrás, estuve una semana en la localidad de los Queñes, Prov. De Curicó, acompañando a unas religiosas que vivían su retiro anual. No es primera vez que las acompaño; para mi es una oportunidad para desconectarme un poco de mis responsabilidades en Santiago y también para rezar, ya que el retiro me lo predico a mi mismo. El tema que nos convocó este año fue la Sinodalidad, palabra que, en este tiempo, se escucha mucho en la Iglesia y al interior de nuestra Vida Religiosa. Se nos invita permanentemente a abrazar los desafíos que brotan de esta actitud eclesial; ser hombres y mujeres Sinodales, es decir, que sepan caminar junto a otros y a otras. Frente a estos desafíos al interior de la iglesia hay varias miradas, están los que sueñan con una Iglesia distinta, más participativa. En este grupo encontramos: laicos, consagrados (as), sacerdotes y obispos, esto nos llena de esperanza y alegría. Pero sin embargo existe otro grupo que se niega ha impulsar los cambios que el Papa Francisco pide a la Iglesia, al igual que en el grupo anterior, encontramos cristianos que viven todas las vocaciones anteriormente mencionadas. Frente a estos varías veces me he preguntado ¿Por qué no dan el paso?, hablando y escuchando más de alguna opinión, se piensa que puede dañarse la estructura y la forma como se ha comprendido la Iglesia. ¿Desde que vocación se construye la iglesia?; ¿Del ministerio Ordenado o del Bautismo ?; me uno a los que piensan que es sobre el Bautismo, vocación que todos compartimos. Desde esa comunión vocación ha de brotar la nueva concepción de Iglesia que es exigida y nace de todo este proceso. Una Iglesia entendida como nuevo Pueblo de Dios y no excluya a nadie, donde todos encuentren en ella su casa.
Hermoso desafío se nos presenta para este tiempo. Hay que reconocer que los cambios de este tipo son lentos; cabe recordar que hay algunos que dicen que aún estamos viviendo el proceso nacido después del Vaticano II (1965); probablemente nuestra generación eclesial no va poder ver, ni experimentar las distintas intuiciones que se empiezan a oír producto de una nueva reflexión sobre la Iglesia y los distintos roles al interior de ella.
¿Cuál es el papel de la Vida Religiosa en todo este proceso?
Esta pregunta la quiero responder a partir de una afirmación que escuche hace algunos años atrás. “Los religiosos y religiosas, viven más cerca de la dimensión sinodal, es parte de su esencia”. Respuesta que en su momento la considere un poco exagerada y que hoy también la sostengo. Quizás, desde afuera de la Vida Religiosa, se puede pensar que la sinodalidad se hace más fácil. Pero en la realidad, enfrentamos los mismos problemas. La renovación sinodal exige una profunda conversión de la forma como pensamos. A mi entender la Vida Religiosa se ha formado en modelos eclesiales que están muy arraigados en culturas y formas de entender el mundo que ya están un poco caducas. Hoy, y producto de todo este camino sindal; distintos especialistas al interior de la teología católica están buscando nuevas respuestas e interpretaciones; viviendo en profundidad los objetivos más fundamentales de la teología católica, como es hacer más comprensible el mensaje de Jesús en la sociedad actual.
La vida religiosa actual está llamada a vivir intensamente su dimensión profética en primer lugar hacia el interior de la Iglesia y hacia fuera de ella; para lograr este objetivo tiene que dar también pasos de crecimiento en la dimensión Sinodal; resulta escandaloso al comprobar que algunas congregaciones religiosas aún continúan viviendo modelos de animación semejantes a la Edad Media o a la época en que fueron fundadas; donde la Superiora y el Superior, tiene toda la potestas sobre las personas ; pasando a llevar, en no pocas veces, la dignidad del ser humano. Hay que reconocer con toda humildad que frente a esas estructuras la Sinodalidad es imposible. Pero paralelamente, he podido comprobar comunidades que han dado pasos enormes; donde ha vuelto el dialogo y el trabajo compartido y adoptando el Discernimiento comunitario como fundamento de la toma de decisiones y la búsqueda de la Voluntad de Dios.
La Vida Religiosa no se puede entender fuera de la Iglesia. Vive y sirve en y con la Iglesia. No pueden ser dos maneras de vivir el Seguimiento del Señor Jesús; a menudo escucho y veo actitudes que derivan en tensiones eclesiales; que esconden una búsqueda del Poder; una vida religiosa que cree que Nuestra vocación Religiosa esta al servicio del Pueblo de Dios